La infancia es una etapa crucial en el desarrollo del ser humano, donde se establecen las bases de la personalidad y la salud mental. Las experiencias vividas durante este período, especialmente aquellas que generan dolor o trauma, pueden tener un impacto profundo y duradero en la vida adulta.

A continuación, se enumeran algunas de las dificultades que pueden surgir en la infancia y cómo estas se manifiestan de forma compulsiva en la edad adulta:

  1. La sensación de insuficiencia en la adultez, nace de la sobreprotección del bebé y del niño: La sobreprotección, aunque bienintencionada, puede resultar perjudicial para el desarrollo del niño. Al privarlo de la oportunidad de experimentar, explorar y resolver problemas por sí mismo, se le impide desarrollar la confianza en sus propias capacidades, lo que puede llevar a una sensación de insuficiencia en la edad adulta. Esta sensación puede manifestarse como una constante necesidad de aprobación externa, dificultad para tomar decisiones o miedo al fracaso.
  2. La obediencia al adulto es la puerta para el abuso infantil: Una educación rígida y autoritaria, que prioriza la obediencia ciega al adulto, puede crear un ambiente propicio para el abuso infantil. El niño, acostumbrado a obedecer sin cuestionar, puede ser más vulnerable a la manipulación y el abuso por parte de figuras de autoridad. En la edad adulta, esto puede traducirse en dificultades para establecer límites saludables en las relaciones interpersonales, o en una tendencia a someterse a la voluntad de otros.
  3. El que no es valorado ni reconocido después dará el afán por la riqueza y el tener: La falta de reconocimiento y valoración en la infancia puede generar una profunda necesidad de afirmación externa en la edad adulta. Esto puede manifestarse como una búsqueda compulsiva de riqueza, éxito o reconocimiento social, como una forma de compensar la falta de amor y atención recibida en la infancia.
  4. Si tus padres te rechazaron, prefieres rechazar antes de que te rechacen: El rechazo por parte de los padres puede ser una experiencia profundamente dolorosa para un niño. Esta herida emocional puede llevar a desarrollar un mecanismo de defensa en la edad adulta, que consiste en rechazar a otros antes de ser rechazado. Esto puede manifestarse como dificultad para establecer vínculos afectivos, miedo al compromiso o una tendencia a sabotear las relaciones interpersonales.
  5. El niño vulnerado busca meterse en experiencias de alto riesgo: Un niño que ha sufrido abuso o maltrato puede desarrollar una tendencia a involucrarse en experiencias de alto riesgo en la edad adulta. Esto puede ser una forma inconsciente de revivir el trauma original y buscar la oportunidad de «defenderse» o «sobrevivir» a él, algo que no pudo hacer en la infancia. Esta búsqueda de adrenalina y peligro puede manifestarse en la adicción a las drogas, el alcohol, la conducta sexual riesgosa, o la participación en actividades extremas.
  6. Buscando rescatadores, buscando el salvador: Un niño que no se ha sentido protegido o cuidado en la infancia puede desarrollar una necesidad compulsiva de ser rescatado en la edad adulta. Esto puede llevar a buscar relaciones con personas que asuman el rol de «salvador», pero que a menudo resultan ser codependientes o controladoras. Esta búsqueda incesante de un salvador externo puede impedir el desarrollo de la propia capacidad de autoprotección y autocuidado.
  7. Si los padres se avergonzaron del niño, la tendencia a ser víctimas para auto eliminarse en la adultez: La humillación y la vergüenza infligidas por los padres pueden generar una profunda herida en la autoestima del niño. En la edad adulta, esto puede manifestarse como una tendencia a auto-sabotearse, a asumir el rol de víctima o a tener comportamientos autodestructivos. La internalización de la vergüenza puede llevar a la creencia de que no se es digno de amor ni de felicidad.
  8. El miedo a que me mientan, con historias como la de papá Noel, genera personas controladoras: La mentira y el engaño por parte de las figuras de referencia pueden generar una profunda desconfianza en el niño. En la edad adulta, esto puede manifestarse como una necesidad de controlar el entorno y a las personas, como una forma de evitar ser engañado o herido nuevamente. Esta necesidad de control puede afectar las relaciones interpersonales y generar conflictos con los demás.
  9. La injusticia vivida en la infancia me va a dar el adulto lleno de normas: La experiencia de injusticia en la infancia puede llevar a desarrollar una fijación por las normas y el orden en la edad adulta. Esto puede ser una forma de buscar la seguridad y el control en un mundo que se percibe como caótico e impredecible. Sin embargo, esta rigidez puede también convertirse en un obstáculo para la adaptación y la flexibilidad.
  10. El niño maltratado de adulto va a ser igual de violento o será el deprimido, «me apago para no ser como mis padres violentos»: El maltrato infantil puede tener consecuencias devastadoras en la vida adulta. El niño maltratado puede repetir el patrón de violencia aprendido, convirtiéndose en un adulto agresivo y abusador. O bien, puede desarrollar un mecanismo de defensa que consiste en «apagarse» emocionalmente, cayendo en la depresión y el aislamiento para evitar repetir el patrón de violencia sufrido.

Conclusión:

Es crucial comprender que las dificultades vividas en la infancia no determinan nuestro destino, pero es importante trabajar en su sanación para poder vivir una vida plena y satisfactoria. Reconocer estas dificultades, comprender su impacto en nuestra vida adulta y buscar ayuda profesional son pasos fundamentales en el camino hacia la sanación y el crecimiento personal.

Recuerda que ya eres adulto y ahora cuidas de ti, ¿seguirás repitiendo el esquema aprendido de tus cuidadores?, o te puedes hacer responsable de tí mismo, ejerciendo el rol de cuidador suficientemente bueno aquí y ahora para tu niño que llevas dentro.

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