YouTube live dictado el 3 de septiembre 2024 con el psiquiatra Eduardo Carvallo y el psicólogo Juan Carlos Gómez

El concepto de la virginidad, desde una perspectiva arquetipal, trasciende la connotación meramente sexual para adentrarse en la integridad, la autenticidad y la capacidad de autogobierno. Las diosas vírgenes de la mitología griega, Artemisa, Atenea y Hestia, encarnan esta idea al ser diosas completas, independientes y especializadas en sus áreas. A diferencia de otras deidades como Hera, cuya identidad está ligada a su rol de esposa, las vírgenes son dueñas de sí mismas, un reflejo de la capacidad humana de cultivar talentos y virtudes de forma autónoma.

La activación de estos arquetipos en el individuo implica un proceso de sofisticación y autoconocimiento. Se trata de reconocer y honrar la propia esencia, en lugar de perseguir ideales externos o fantasías impuestas. La historia de Perséfone, cuya madre intenta preservar su virginidad a toda costa, ilustra los peligros de negar la realidad en favor de una imagen idealizada. La intervención de Afrodita y Hades, que la raptan al inframundo, simboliza el encuentro necesario con la vida real y la aceptación de la propia adultez.

La psicología y la astrología pueden ser herramientas poderosas en este viaje de autodescubrimiento. Ambas disciplinas nos permiten identificar los arquetipos que nos rigen, comprender sus demandas y aprender a integrarlos de manera equilibrada en nuestra vida. La carta natal, por ejemplo, puede revelar la presencia de un arquetipo dominante, como Atenea, que impulsa a la acción y la lucha por una causa. Sin embargo, es crucial que el individuo no se deje poseer por el arquetipo, sino que lo asimile y lo exprese de forma consciente y humana.

La conciencia arquetipal implica reconocer qué arquetipo se activa en cada momento y cómo interactuamos con él. Se trata de honrar y respetar estas energías, dándoles espacio para expresarse de manera equilibrada y evitando que se manifiesten de forma cruda o destructiva. En última instancia, el objetivo es vivir una vida auténtica, en la que nuestras acciones estén alineadas con nuestra verdadera naturaleza y no con ideales impuestos o fantasías infantiles.

El signo de Virgo, asociado con la introspección y el análisis, ofrece una oportunidad para reflexionar sobre nuestras herramientas, talentos y propósitos. Es un momento para hacer un balance de lo construido y prepararnos para el equinoccio de septiembre, que marca un nuevo ciclo de expresión y aporte al mundo. La clave está en conocernos a nosotros mismos, aceptar nuestras luces y sombras, y vivir una vida adulta y responsable, en la que seamos dueños de nuestro destino y no esclavos de arquetipos o ideales externos.

El viaje hacia la autenticidad requiere valentía y compromiso. Implica enfrentar nuestros miedos, reconocer nuestras limitaciones y aceptar las responsabilidades que conlleva la vida adulta. No se trata de negar nuestros deseos o ambiciones, sino de canalizarlos de manera constructiva y alineada con nuestra esencia. La energía de Virgo nos invita a discernir, a separar el grano de la paja, a identificar aquello que realmente nos nutre y nos permite crecer.

En este proceso, es fundamental cultivar la compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás. Recordemos que todos estamos en un viaje de evolución, y que cada uno enfrenta sus propios desafíos y contradicciones. La crítica y el juicio solo generan separación y dolor, mientras que la aceptación y el amor nos permiten conectar con nuestra humanidad compartida.

La integración de los arquetipos no es un evento aislado, sino un proceso continuo que requiere atención y dedicación. A medida que avanzamos en nuestro camino, descubriremos nuevas facetas de nosotros mismos, nuevos talentos y potencialidades que antes desconocíamos. La clave está en mantenernos abiertos a la experiencia, dispuestos a aprender y a crecer, sin aferrarnos a imágenes rígidas o expectativas limitantes.

La vida es un baile constante entre lo conocido y lo desconocido, entre la seguridad y la aventura. El arquetipo de la virgen nos recuerda que podemos ser a la vez independientes y conectados, completos en nosotros mismos y abiertos a la relación con los demás. La verdadera libertad no consiste en aislarse del mundo, sino en participar en él de manera consciente y responsable, aportando nuestros dones únicos y celebrando la diversidad de la vida.

Al abrazar nuestra autenticidad, nos convertimos en faros de luz para los demás, inspirando a otros a seguir su propio camino hacia la plenitud. La energía de Virgo nos invita a sembrar las semillas de un futuro más consciente y compasivo, en el que cada individuo pueda florecer en su máximo potencial, contribuyendo al bienestar colectivo.

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