YouTube live realizado con Alicia Stephany y Juan Carlos Gómez el 14 de enero del 2025

La culpa, esa sombra que nos acecha tras una acción o inacción que contradice nuestra propia imagen, se presenta como un dilema existencial que nos obliga a confrontar la disonancia entre nuestro «yo ideal» y nuestra realidad. Es un espejo fragmentado donde se reflejan las incongruencias entre quiénes creemos ser y cómo nos hemos comportado.

Este sentimiento surge cuando transgredimos, consciente o inconscientemente, las normas y valores que rigen nuestra identidad. Nos sentimos culpables cuando nuestras acciones se desvían del camino que consideramos correcto, generando una profunda sensación de malestar e incomodidad. La culpa, en este sentido, actúa como un mecanismo de autorregulación que nos alerta sobre la necesidad de reajustar nuestra conducta o nuestra percepción de nosotros mismos.

Para resolver esta contradicción interna, se nos presentan dos caminos. El primero, si la acción que genera culpa persiste en el presente, implica un cambio de comportamiento. Debemos modificar nuestra conducta para alinearla con nuestros valores e ideales, buscando así la coherencia entre el «yo real» y el «yo ideal».

El segundo camino, si la acción ya ocurrió o es inevitable, nos invita a flexibilizar nuestra autoimagen. Esto implica comprender que somos seres humanos, falibles por naturaleza, y que nuestras acciones, aunque a veces imperfectas, no definen nuestra totalidad. Recordar nuestras circunstancias, motivaciones y limitaciones nos permite contextualizar nuestras acciones y comprenderlas desde una perspectiva más compasiva.

Este proceso de autocomprensión y aceptación requiere de una profunda introspección. Debemos analizar las razones que nos llevaron a actuar de esa manera, identificar los factores que influyeron en nuestra decisión y reconocer las emociones que subyacen a la culpa. Al hacerlo, podemos empezar a construir una imagen más realista y compasiva de nosotros mismos.

La culpa, aunque dolorosa, puede ser una oportunidad para el crecimiento personal. Nos impulsa a reflexionar sobre nuestras acciones, a cuestionar nuestros valores y a redefinir nuestra identidad. Nos invita a aceptarnos en nuestra totalidad, con nuestras imperfecciones y contradicciones, y a construir una vida más auténtica y congruente con quienes realmente somos.

En conclusión, la culpa es un reflejo de la tensión entre nuestro «yo ideal» y nuestras acciones. Para resolver esta contradicción, debemos modificar nuestra conducta o flexibilizar nuestra autoimagen. Al recordar nuestra humanidad y las circunstancias que nos rodean, podemos liberarnos del peso de la culpa y avanzar hacia una vida más plena y auténtica.

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