YouTube live realizado el 22 de diciembre del 2024 con Javier Aragón y Juan Carlos Gómez
El peso invisible que llevas sobre tus hombros
¿Te has sentido alguna vez como si estuvieras cargando el peso del mundo? Como si fueras Atlas, condenado a sostener la bóveda celeste. Esa sensación de responsabilidad, de tener que ser el soporte de todos, el salvador de tu familia, el que siempre tiene que tener la respuesta. Te entiendo. He estado ahí. En mi consulta, he visto a innumerables personas, especialmente aquellos con una fuerte influencia de Capricornio en sus cartas astrales, atrapados en este patrón.
Se desviven por los demás, sacrifican su tiempo, sus recursos, incluso su propia felicidad, en un intento desesperado por mantener a flote a quienes les rodean. Y lo hacen con la mejor intención, claro. Pero, ¿a qué costo?
Déjame contarte la historia de Ana. Una mujer brillante, trabajadora, con un corazón de oro. Capricornio ascendente. Siempre dispuesta a ayudar a todo el mundo. Se desvivía por sus padres, sus hermanos, sus amigos. Hasta que un día, agotada, tocó fondo. Se dio cuenta de que en su afán de «salvar» a los demás, se había olvidado de sí misma. Había perdido su propia identidad en el proceso.
La historia de Ana no es única. Es una historia que se repite una y otra vez. Y es que, en nuestra cultura, nos han enseñado que ayudar a los demás es una virtud. Y lo es. Pero, ¿qué pasa cuando esa ayuda se convierte en una carga? ¿Qué pasa cuando nos olvidamos de nosotros mismos en el proceso?
Aquí viene la verdad fría, la que a veces no queremos escuchar: cada vez que «ayudas» a alguien, estás interfiriendo en su destino. Estás impidiendo que aprenda, que crezca, que evolucione. Estás diciéndole, sin palabras, «no confío en que puedas hacerlo solo».
Suena duro, ¿verdad? Pero es la realidad. Y es que, como dice el refrán, «no le des el pescado, enséñale a pescar». Acompaña, escucha, ofrece tu apoyo. Pero no le quites la oportunidad de resolver sus propios problemas.
Imagina una mariposa luchando por salir de su crisálida. Está haciendo un esfuerzo enorme, pero es un esfuerzo necesario. Es lo que le permitirá desplegar sus alas y volar. ¿Qué pasaría si, con la mejor intención, abriéramos la crisálida para «ayudarla»? La mariposa no tendría la fuerza suficiente para volar y moriría.
Lo mismo ocurre con las personas. Necesitamos enfrentar nuestros propios retos, nuestras propias crisis, para crecer y desarrollarnos. Es en esos momentos de dificultad donde descubrimos nuestra verdadera fuerza, nuestra capacidad de resiliencia.
Así que la próxima vez que sientas la necesidad de «salvar» a alguien, respira hondo y recuerda la historia de la mariposa. Acompaña, ofrece tu apoyo, pero no le quites la oportunidad de volar. Y sobre todo, no te olvides de ti. No te sacrifiques en el altar de la «responsabilidad». Tú también mereces ser feliz.
Te invito a reflexionar sobre esto. ¿En qué áreas de tu vida estás cargando con el peso del mundo? ¿A quiénes estás «ayudando» en realidad? ¿Y cómo puedes empezar a liberarte de esa carga?
Recuerda, soltar no es ser indiferente. Es amar con sabiduría. Es confiar en la capacidad de los demás para forjar su propio destino. Y es, sobre todo, amarte a ti mismo lo suficiente como para permitirte volar.